El principal objetivo de Israel es conseguir la caída de Bashar al Asad. Esta es la prioridad del primer ministro Benjamín Netanyahu desde el inicio de la revuelta hace ahora justo cinco años, y no ha cambiado desde entonces, según han reconocido en múltiples ocasiones distintos altos cargos israelíes.
Israel considera que, a causa de la guerra que asola Siria, ese país es el eslabón más débil de la cadena que une a Irán con Hizbolá en Líbano, un eje que sufriría un revés importante, y quizá definitivo, si Asad es apartado del gobierno. Esto significaría que la obtención de armas por parte de Hizbola se vería muy mermada si no desparece completamente.
Las tres alternativas posibles a la salida de Asad son buenas para los israelíes. La primera es la continuación de la guerra; la segunda es la partición del país en varios miniestados y la tercera es la sustitución del gobierno de Asad por otro régimen, y aquí debe entenderse por un régimen suní cliente de Arabia Saudí.
En las circunstancias actuales, Israel trata de obtener dos ventajas: en primer lugar, que el Golán sirio ocupado en la guerra de 1967 siga tan tranquilo como ha estado desde la guerra de 1973, y en segundo lugar y sobre todo, que el flujo de armas a Hizbola se interrumpa definitivamente.
En las circunstancias actuales, Israel trata de obtener dos ventajas: en primer lugar, que el Golán sirio ocupado en la guerra de 1967 siga tan tranquilo como ha estado desde la guerra de 1973, y en segundo lugar y sobre todo, que el flujo de armas a Hizbola se interrumpa definitivamente.
Poco después de iniciada la guerra civil, cuando el Estado Islámico todavía no se había establecido en Siria, un general israelí declaró: “Israel no quiere el régimen que hay ahora en Damasco, ni tampoco quiere el régimen que vendrá, por lo tanto el interés de Israel es que la guerra continúe”.
Las cosas han experimentado algunos cambios desde entonces, pero compárense las palabras del citado general con las que en enero último manifestó el ministro de Defensa, Moshe Yaalon, en el Instituto de Estudios para la Seguridad Nacional: “Entre Irán y el Estado Islámico, Israel escoge el Estado Islámico”.
Solo unas semanas antes, Netanyahu declaró que “no tiene que parecer” que Israel lidera el movimiento para la partición de Siria, una posibilidad que desde entonces ha estado encima de la mesa y a la que se han referido Washington y Moscú. Una vez debilitado y partido Irak, un país fallido y destruido, una eventual partición de Siria, que también está destruida, ya no es algo que se rechace en ciertos círculos de poder occidentales.
En este contexto muy propicio para sus intereses, Israel mantiene intensos y permanentes contactos con Estados Unidos y Rusia, pero también con Arabia Saudí, para que la delineación de la futura Siria contemple sus intereses regionales claramente definidos: la caída de Asad y el debilitamiento de Hizbola.
Solo unas semanas antes, Netanyahu declaró que “no tiene que parecer” que Israel lidera el movimiento para la partición de Siria, una posibilidad que desde entonces ha estado encima de la mesa y a la que se han referido Washington y Moscú. Una vez debilitado y partido Irak, un país fallido y destruido, una eventual partición de Siria, que también está destruida, ya no es algo que se rechace en ciertos círculos de poder occidentales.
En este contexto muy propicio para sus intereses, Israel mantiene intensos y permanentes contactos con Estados Unidos y Rusia, pero también con Arabia Saudí, para que la delineación de la futura Siria contemple sus intereses regionales claramente definidos: la caída de Asad y el debilitamiento de Hizbola.
Este artículo fue publicado en Público y su original puede ser accedido aquí.
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