Crónicas desde Damasco (I)
Carlos Paz – Damasco – Noviembre 2016Por todos es conocido que Siria lleva desde la primavera del año 2011 inmersa en un conflicto sin parangón alguno. Una guerra que se traduce en miles de muertos y en la destrucción de gran parte de los tesoros artísticos, así como de sus infraestructuras.
Los medios de comunicación en todo este tiempo no han cejado un instante en desvivirse por ofrecer una imagen distorsionada de la situación, en confundir la opinión, y esto ha llevado lógicamente a que el común de los europeos no sepa a ciencia cierta qué es lo que está sucediendo.
Desde el principio del conflicto, unos cuantos nos resistimos a aceptar las contradictorias explicaciones oficiales de una prensa y una televisión que relataban los acontecimientos, como tristemente viene siendo habitual, con la simpleza infantil de establecer quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Y en ello estamos, en esclarecer un conflicto que no tiene precedentes en muchos de sus aspectos, y desde luego en lo relativo a la información, tanto por su permanencia en el tiempo como en su intensidad.
Por ello nos hemos venido hasta Siria, para verlo con nuestros propios ojos, para hablar con la gente y con personalidades relevantes, y dar testimonio de lo que en verdad seamos testigos, relatarlo sin apasionamientos pero a la vez sin una espuria objetividad, puesto que esto último, si se es honesto, resulta imposible.
Supongo que cada cual tendrá una imagen de Damasco, o tal vez los que se hayan educado bajo la LOGSE, ninguna. Lo cierto es que esta ciudad no deja indiferente.
Llegar aquí, tal y como están las cosas, ciertamente no es fácil, y desde luego un tanto intrincado. Resulta chocante para un europeo atravesar el Líbano, con unos frecuentes controles militares que recuerdan que este país se encuentra en un estado crónico posbélico. Al cruzar la Bekaa, las milicias de Hezbolá sustituyen en los controles a las fuerzas regulares y que sea así me tranquiliza. Una vez en la frontera, y acompañados por amigos de Siria, en poco más de una hora se está en Damasco.
Llegamos de noche y aún así, le parece a uno reconocerse en sus calles, con algunos puestos allí y allá, un tanto desvencijados, con un tráfico anárquico y un gran vocerío constante; un bullicio que es tan común y reconocible en todo el orbe mediterráneo.
Varios días entre sus gentes, nos han dado para tomar el pulso real de la situación y desmentir lo que tantas veces hemos oído y hemos leído, que bien podría resumirse en una supuesta falta de libertad.
Aquí en Siria, todos los clichés, todos los estereotipos, todos los juicios preconcebidos en occidente hacia Medio oriente, se muestran inconsistentes y se desvanecen como el humo a la primera ocasión. Cualquiera que deambule por una calle de cualquier ciudad podrá ver que no existen códigos de vestimenta, que por supuesto el consumo de alcohol es plenamente libre y que pese a las circunstancias de guerra que se sufre, la ciudadanía habla con completa libertad sobre absolutamente todo.
La característica más sobresaliente de la sociedad siria es su multiconfesionalidad (nada que ver con ese horror que es la multiculturalidad), producto de siglos y siglos, y que ha hecho que se vea como normal que dos chicas vayan por la calle como tal cosa mientras la una viste a la occidental y su amiga con velo. Las gentes entienden esto como “lo normal”, cuando además se ve refrendado porque el estado es aconfesional y en última instancia es quien garantiza que esto sea del modo que es. Y con respecto a esto, los medios parece que no quieren enterarse, aunque tal vez sea fácilmente explicable porque entre ese gremio tan engreído, la ignorancia es una de sus más evidentes características.
Pero si después de hablar con tantas personas, algo tuviera que destacar, esto sería el enorme voluntarismo con la que la población está aceptando las tremendas dificultades económicas por las que están atravesando –las fuertes bajada de sueldos principalmente-, de manera que entienden que solamente así podrán salir airosos. Y este hecho me convence que aunque solo fuera por esto, ganarán la guerra.
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