sábado, 19 de noviembre de 2016

Crónicas desde Damasco (y IV)
Carlos Paz – Damasco – Noviembre 2016
El final del viaje en Siria está próximo, y no puedo evitar sentir cierta tristeza. La semana toca a su fin y con ella esta aventura. En nuestra agenda tenemos hoy dos entrevistas de enorme importancia, una del ámbito militar y la otra, religiosa.
Al llegar al complejo militar donde nos esperan responsables de la defensa de Damasco y portavoces del ejército, el aire que se respira es de total confianza en una victoria que poco a poco, pese al hostigamiento de casi todas las fuerzas que mueven el mundo, han sabido acabar por invertir la balanza. En el despacho en el que tenemos asignada la entrevista nos aguarda el general Alí, quien formal y educadamente nos acompaña hasta la llegada del general Samir con quien esperábamos hablar desde hace semanas.
Tras las presentaciones, nos habla del buen concepto que tienen Siria y él mismo del pueblo español, de las buenas relaciones que han existido entre ambos países desde hace tanto tiempo y de cómo se hace cargo de que algunas decisiones que se han tomado por aquello de seguir obedientemente los intereses atlantistas, inevitablemente han hecho que esto se empañe. Sin querer entrar en cuestiones políticas, como remarca en varias ocasiones, se circunscribe a cuestiones militares como el inminente ataque a Alepo y el fin del conflicto, detallando cosas como las posibles ofensivas del Frente Al-Sham (antes, Al Nusra) y lo poco que éstos pueden hacer ya. Se explaya minuciosamente en estos y otros detalles, y después de casi dos horas, salimos de allí plenamente convencidos de la victoria definitiva del ejército árabe sirio.



Atravesando la ciudad, nos dirigimos a un barrio residencial donde nos espera el Gran Muftí, la máxima autoridad religiosa islámica de Siria. Contadas son las personas que al poco de conocerles o simplemente al oírles hablar un instante, se reconoce su autoridad, que de alguna manera han sido tocados por Dios, y éste es el caso. Pausada y categóricamente, con un lenguaje sencillo y directo, me habla del pueblo sirio –se refiere a todos por igual, sin distinción alguna-, de la importancia del aspecto laico del estado, de cómo él es laico cuando se refiere a Siria. Apurando el té que hemos compartido en la entrevista, se despide ofreciéndome un presente que siempre guardaré, no sin antes invitarme a pasar la Navidad en su tierra y estrechándome la mano me dice, mirándome a los ojos, que aunque acabemos de conocernos, somos ya hermanos.

De camino al aeropuerto vienen a mi cabeza todas las imágenes de lo vivido estos días y cavilo en cómo contar a mi prójimo, a aquellos que aún no comprenden qué es lo que se litiga en el conflicto de Siria, que es mucho más que la derrota de un gobierno dado; que en verdad se está dilucidando el ser o no ser de un país que se opone al avance, y la práctica victoria total del mundialismo; la implantación de los intereses de ese neocolonialismo que de manera tan repugnante está intentando consolidar Estados Unidos; evitar que las hienas que allí atentan, lo hagan en Europa; el sueño de Israel de verse rodeado de pequeños estados pusilánimes e ingobernables; al fin y al cabo, la lucha entre la barbarie y la civilización.
Me abstraigo pensando que en esta guerra no puede uno ser equidistante, imparcial. Podría uno serlo en muchas otras, pero no en ésta, porque resulta moralmente imposible ser neutral entre un gobierno legítimo al que su pueblo apoya abrumadoramente y unos terroristas venidos de lejos que están asolando el país.
Si proceden reformas, y el pueblo sirio las quiere, sean bienvenidas, pero que nadie decida por ellos. Porque una cosa que hay que entender: que han de ser los sirios quienes resuelvan sus propios problemas y que no es aceptable que nadie se erija en adalid de un pueblo que no quiere que se inmiscuyan en sus asuntos.
Así pensando deduzco que hay que entender que ya no existe esa ficticia distinción entre derechas e izquierdas, sino que se ha trazado una línea definitiva entre quienes están con el mundo unipolar y esclavo, y los que defienden la soberanía de los pueblos y la libertad; y aparece en mi cabeza la imagen de algunos periodistas de grandes medios que aquí han venido, y que bien por presiones de las corporaciones en las que trabajan, bien por su raquitismo moral, han vuelto a España y han contado lo que no es, deformando la información, colaborando consciente o inconscientemente con el terrorismo. Y me vienen a la memoria auténticos miserables con oscuras conexiones, esos que no hace tanto hacían el ridículo relacionando a Al-Assad con Daesh, que sabiendo la verdad, callan y mienten, y no paran de presentar libros cursis y lacrimógenos.
Porque, lo importante no es estar a favor de Bashar Al- Assad o no, sino contar la verdad, mostrar las cosas tal y como son.
Y ahora siento que un pedazo de mí queda en esta ciudad a buen recaudo, con lo que a no mucho tardar tendré que volver a buscarlo.


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